Cansa, cansa mucho escuchar que Llorente tenía que seguir en el Madrid y que Zidane la cagó al venderle. Cansa mucho.

Cuando el Madrid vendió a Llorente por una buena suma de dinero, parte de la prensa cargó contra Zidane por vender al nuevo Busquets o al nuevo Makelele o algo parecido… Pero la realidad fue otra: Llorente fracasó como mediocentro en el Atleti. Porque hace año y medio, Llorente era un mediocentro con buen físico y trato del balón, pero no tan bueno como para ser titular en un equipo grande. Zidane no le veía nivel para competirle el puesto a Casemiro. Además, en la plantilla había otro jugador joven, con buen físico y condiciones similares, pero que el francés consideraba mejor: Federico Valverde.

No obstante, la crítica fue abrumadora. Muchos se echaban las manos a la cabeza, era el apocalipsis, el Madrid se hundiría y el Atleti poco menos que reinaría en España y, por extensión, en Europa y en el Mundo mundial, gracias a Marcos Llorente.

El caso es que cuando vino la competición real, cuando el balón echó a rodar tanto en Liga como en Champions, el Cholo no confió a Llorente. Exactamente como había hecho Zidane, pensó que Marcos no valía como mediocentro de su equipo. Así que Llorente vivió la mayor parte del tiempo entre la grada y el banquillo.

Al mismo tiempo, en el otro equipo de la capital, Valverde emocionaba a todo el mundo. El fútbol del uruguayo daba la razón a su valedor, Zidane. Los bocachanclas que habían clamado al cielo por la venta de Llorente, mantenían sus enormes bocas cerradas, a la espera de alguna otra cosa por la que clamar al cielo.

Para más inri, a medida que avanzaba la temporada, el Madrid se convertía en el equipo más sólido defensivamente, se llevaba la nueva Supercopa y se ponía líder de la Liga, que, por cierto, terminaría ganando gracias a su solidez defensiva. El Barça, mientras tanto, iniciaba su desescalada hacia el caos actual y el Atlético desaparecía de la lucha por el título, a la espera de tiempos mejores.

¿Llorente? Ni rastro.

Pero quiso la fortuna enfrentar al campeón de Europa y máximo favorito, contra los rojiblancos. No sólo se quedó ahí el capricho de esta señora, sino que fue más allá y puso al Atlético en una situación dramática, pero con posibilidad de épica: Tras haber sido superado en todo momento por su rival, sostenido por la inspiración de Oblak y la ausencia del remate de gracia, el Atleti llegó vivo, aunque agonizante, a la prórroga. Todo parecía resumirse a dos opciones: O llegaba el gol victorioso del Liverpool, o la falta de puntería y la Inspiración del portero esloveno llevarían a los penaltis. Y la segunda opción parecía poco probable, porque la dinámica del partido había ido inclinándose a favor del Liverpool, que cada minuto que pasaba dominaba más y mejor a los atléticos.

Entonces ¡zas!, un giro de guion, absolutamente inesperado: el Cholo decide que Llorente debe dejar su posición habitual, el banquillo, y saltar al campo… como delantero. Una posición que el chico jamás había ejercido. Personalmente, creo que la única intención de Simeone era dificultar la salida del balón del Liverpool y, si acaso, intimidar un poco a su enemigo. Que la potencia física de Llorente hiciera pelear a los defensas rojos y dudar al equipo de Klopp de irse al ataque con demasiado entusiasmo. Pero Llorente rompió el guion, haciendo algo que ni siquiera él podía imaginar: marcó dos goles al Liverpool. Al campeón de Europa. Al equipo que mejor fútbol practicaba en esos momentos. A la apisonadora que les estaba pasando por encima. Lo que todo el Atleti no había logrado en 180 minutos de tiempo reglamentario, lo había hecho Llorente en 30 minutos de prórroga. Dos goles y la sensación de que con más minutos podría haber hecho más.

El partido acabó. Llorente habría brillado de una forma inimaginable en el mejor escenario y en la situación más épica. En el partido más grande de la temporada. Todos estábamos con la boca abierta sin entender lo que acababa de pasar. Y cuando digo todos, incluyo a los que actualmente critican al Madrid por vender a este jugador, a la afición atlética, y a los protagonistas, el Cholo Simeone y Marcos Llorente. Todos es todos. Y, de hecho, esa sorpresa incluye a Klopp, que ningún momento le debió dedicar ni un minuto a preparar una defensa que anulase al poderoso delantero del Atleti Marcos Llorente. Básicamente porque ese jugador no existía. Ese jugador nació allí, en Anfield, en ese momento y contra todo pronóstico.

En circunstancias normales, la propia dinámica de la competición, con partidos cada 3 días, nos hubiera hecho olvidarnos de lo ocurrido, con el pasar de las jornadas. Si dos semanas más tarde el Atlético hubiera caído contra el Leipzig, el partido de Liverpool habría quedado en anécdota. Ya saben: lo que importa es el último resultado.

Pero entonces el planeta se detuvo, por este maldito virus que ni mención merece. El fútbol, que, aunque no lo parezca, también es de este planeta, quedó, por ende, detenido.  Y lo de Llorente en Anfield se convirtió en algo más que una anécdota. Durante meses fue una de las últimas cosas ocurridas en el mundo del fútbol, lo cual agrandó, más si cabe, la performance del nuevo delantero. La idea de “Llorente sabe marcar goles”, se implantó en la mente de todos los futboleros. Incluida la mente de su entrenador, Simeone. El mismo Llorente lo reconocía en una entrevista reciente: que eso de marcar goles y dar asistencias no entraba en sus propios planes.

Cuando el fútbol volvió, Llorente ya no era un mediocentro suplente. Desde entonces es un delantero titular. Y su éxito como tal, se emplea en emponzoñar la gestión de Zidane y la política de fichajes del Madrid.

Es lógico. Kubo no la está rompiendo en el Villarreal, Bale se mueve entre el banquillo y las lesiones en el Tottenham, James empezó como un tiro pero enseguida ha dejado de brillar, junto con todo su equipo; algo semejante a Ceballos, pero sin empezar como un tiro… En fin, ¿cuál de los descartados por Zidane está brillando en un equipo importante? Marcos Llorente en el Atlético de Madrid y Reguilón en el Tottenham (aunque ahora esté probando el sabor del banquillo, por cierto). Pero Reguilón puede volver en dos años, y el nivel actual del Tottenham tiene que ser confirmado antes de poder considerarle un equipo top, como suele decir su entrenador. Por su parte, la de Llorente fue una venta sin vuelta atrás, en un Atlético que, hasta el reciente sopapo del Madrid en el derbi, parecía el claro favorito a ganar la Liga.

Así que el rojiblanco es la punta de lanza con la que se ataca al entrenador madridista. Predecible es poco. De hecho, ya lo predije en su día. Y a veces me canso de decir “lo dije”, pero es que el 90% de las cosas en el fútbol son predecibles. El problema es que hay muchos que escriben y hablan de fútbol, dejándose llevar más por sus deseos y comodidades, que por la observación de la realidad.

Como en cualquier tema, al hablar de fútbol te puedes equivocar. Todos nos equivocamos. Si no hubiera un elemento de azar, impredecible, ni el fútbol ni otros deportes tendrían sentido. Incluso es lógico que Zidane se pueda equivocar descartando a un jugador u otro. Sería lo normal. De hecho, lo normal sería que se equivocara más a menudo. Y, como el propio ZZ suele decir, no pasaría nada. Pero una cosa es que ese punto impredecible exista y otra es que vivamos ajenos a la realidad, sin ojos para ver, ni oídos para escuchar.

Ahora que el derbi madrileño quedó atrás, con victoria blanca clara e indiscutida, se habla un poquito menos de Llorente. Da igual, ya se buscará otra cosa para lamentar la gestión de Zizou. Pero la insistencia y el oportunismo son enormes. Y cada vez que el Madrid no marque, o cada vez que Llorente sí lo haga, volverán muchos a criticar la “pésima gestión” del francés.

Criticar se puede criticar. Incluso sin fundamento. Faltaría más. La libertad no es libertad si no puede ser mal empleada. Yo mismo caí en el error de pedir la cabeza de Zizou hace unas semanas con la derrota ante el Sharkhtar. Error porque el Madrid revirtió la situación. Y es que, al final, hay pocas cosas que se le puedan echar en cara al francés. Al menos desde el terreno de lo real, ya que la realidad le suele terminar dando la razón.

Pero el oportunismo se vende y regala por toneladas… así que ahí han estado las críticas infundadas, ahí siguen estando y ahí estarán.

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