Al perder contra el Madrid, Xavi, Laporta y su prensa se dedicaron a ensalzar a los suyos. Habían competido como auténticos leones, unos fieras que habían rozado una grandísima hazaña… Etc., etc.. El discurso de Laporta en el vestuario no he sido capaz de verlo. He intentado hacerlo un par de veces, pero me da tal vergüenza ajena que lo he quitado enseguida en ambas ocasiones. Los sentimientos estaban ahí, a flor de piel.

Es cierto que todos pensábamos que el Real Madrid ganaría con facilidad al Barça y no fue así. Los culés llevaron el encuentro hasta la prórroga, algo que nadie se imaginaba. Y las reacciones demuestran que los primeros que no estaban convencidos de poder competirle a Real Madrid eran los propios culés. Por eso celebran la gesta de habérselo puesto difícil.

Y esa es la primera píldora de realidad: Celebrar haber perdido por poco, es reconocer que se temía perder por mucho. Aplaudir no haber hecho el ridículo ante el Madrid, es reconocer que ellos mismos temían hacer el ridículo. Es reconocer dónde está un equipo y dónde está el otro. Es ensalzar al Madrid y hundir al propio Barça.

Yo no recuerdo una situación al revés, ni siquiera cuando el Barça venía de meterle al Madrid el 2-6 y el 5-0. Después de eso, los madridistas no celebrábamos perder por poco. Y eso que aquel Barça era mucho Barça. De hecho, era más que el Madrid actual. Era el mejor equipo de Europa. Con los Messi, Iniesta, Xavi, Puyol… en lo mejor de su carrera. Y, ni siquiera entonces, hubo en el Madrid alegría por perder “por poco” contra aquel Barça. Al Barça había que ganarle aunque pareciera un equipo invencible. No poder doblegarle era una frustración tremenda para los madridistas. Por eso, perder por poco en la Champions contra aquel Barça de leyenda, no provocó más loas que los “pur qué” de Mourinho. Y por eso mismo, cuando Cristiano Ronaldo marcó aquel cabezazo en la final de la Copa del Rey y dio el título al Real Madrid, aquello se celebró como si se hubiera ganado una Champions. Pero una cosa es celebrar un título menor como si fuera un título mayor, y otra cosa es celebrar una derrota. Porque un título menor no deja de ser un triunfo, pero una derrota sigue siendo una derrota.

Hoy el entrenador, el presidente y la prensa del Barça están orgullosos de perder por poco contra el Real Madrid. Nunca fueron por delante en el marcador. El Madrid tuvo ocasiones para hacer más goles de los que hizo. La prórroga fue claramente de color blanco. Y, además, si pudieron competir y frenar al Madrid, en muchas ocasiones se debió más a la permisividad arbitral que a otra cosa. Si Busquets o Dani Alves se hubieran ido a la caseta por su juego sucio, el Barça difícilmente habría llevado el partido a la prórroga. Pero como a Vinicius no hubo que sacarle en camilla con la pierna rota y la cara destrozada, el árbitro dejó sin sancionar agresiones y faltas…. A veces uno se pregunta hasta qué punto tienen que zurrar los rivales a Vini, para que los árbitros se dignen a pitar penaltis o sacar tarjetas. Y el clásico de la supercopa fue una de esas veces. Porque el clásico dejó claro que agredir al brasileño delante del árbitro sólo conlleva un “jueguen, jueguen…”, lo cual me pareció de traca. Y el silencio del VAR… atronador.

Pero, con todo, el Madrid fue el equipo que ganó. Y el orgullo de los culés se despertó al día siguiente viendo que ellos ya no estaban en Arabia y el Madrid sí. Y es que la realidad es persistente y machacona.

Poco a poco empiezan a pasar los días y los satisfechos culés miran a su realidad, tarde o temprano tienen que hacerlo. En Liga están muy, pero que muy lejos de poder competir por el título. De hecho, a día de hoy ni siquiera están en puestos de Champions. Y ya hemos pasado el ecuador de la competición.

Mientras el jugador blaugrana vuelve a su rutina de entrenamientos en la Ciudad Condal, ve desde el televisor al Madrid ganando la Supercopa. Y mientras los Gavi, Nico, Pedri son piropeados como el futuro (que es algo que no existe, esa es la esencia del futuro), en el presente ven cómo el MVP del torneo en el que ellos han caído con orgullo, se lo lleva un tal Modric.

Harán más o menos caso a las noticias. Mirarán más o menos lo ocurrido en Arabia… Pero la realidad está ahí. Es el Madrid el que gana y no ellos.

Pronto vienen las demás competiciones, la Copa del Rey, en la que tuvieron que remontar al todopoderoso Linares, la Europa League (recordatorio doloroso de que no están en la Champions) y la Liga, en la que a día de hoy (por más de que hablen de competir contra el Madrid) están compitiendo contra el Betis, el Rayo, la Real Sociedad y un Atlético de Madrid tan en ruinas como ellos, por tratar de acabar en posiciones de Champions. No compiten por ganar el título, que a día de hoy les queda demasiado lejos.

La realidad es que de los jóvenes de los que todo el mundo habla tan bien, sólo Araujo es una realidad. Ansu Fati está por ver si aguanta dos partidos seguidos. Pedri, Gavi y Nico todavía tienen mucho que demostrar para poder ser considerados como algo más que meritorios. Serginho Dest y Frenkie de Jong, que todavía siguen siendo “jóvenes” parece que ya no cuentan. A Demir lo has devuelto por donde vino. A Riqui Puig se le ha borrado la sonrisa que le sale cada vez que hay cambio de entrenador. Eric García y Mingueza generan, más que dudas, maledicencias. Y a los Abde, Ilias, Jutglá… les está ganando la partida un Luuk de Jong al que no quiere nadie en el club.

A esto hay que sumar que el que pareciera el gran refuerzo del verano, Depay, no cuenta para el entrenador y que Dembelé, el que se presupone que es la gran estrella del equipo en la actualidad, no tiene ni su corazón ni su cabeza en Barcelona.

En fin, que el suflé generado por la victoria moral en el último clásico irá desinflándose por sí solo a medida que vaya pasando el tiempo. Porque la realidad sigue ahí, por mucho que el jardinero nos quiera vender la moto de la cantera y por mucho que el señor de los carteles sonría pícaro cuando le preguntan por Haaland.

Deja una respuesta