Si yo le dijera a usted que alguien está soltando frases como: “No podemos no darlo todo”, “o nos dejamos la piel y la vida o no ganaremos nada”, “si no llega el fútbol hay que llegar por alma…”, usted pensaría en la arenga o la filosofía de algún ilustre madridista como Di Stéfano, Butragueño, Raúl… Si, además, esa persona insistiera en que lo que le faltó a su equipo era intensidad, usted pensaría en el Zidane entrenador, que casi siempre hablaba de la intensidad cuando su Real Madrid jugaba mal. Pero no, este discurso es el que está haciendo Xavi Hernández, el mismísimo The Gardener.

Hace un par de años llegó al banquillo del Barça, su Barça, con una maleta llena de sueños y un discurso bien aprendido: El de que el exclusivo paladar de los ciudadanos catalanes (fue él quien identificó a su afición con “los catalanes”) aborrecía de las victorias sin brillo, que sólo valía ganar jugando bien, que el estilo era innegociable. Dos años después lo ha hecho todo menos ganar jugando bien o, mejor dicho, ganar con la forma que ellos (los fundamentalistas del cruyffismo) llaman “jugando bien”.

Por lo demás, han ganado y perdido de todas las maneras posibles. Pero las victorias las han obtenido, sobre todo, siendo pragmáticos (y a veces apoyados en esa red que todos conocemos). El unocerismo les llevó a conquistar una Liga que, según el discurso que ahora articulan los propios barcelonistas, especialmente sus voceros, se ganó jugando bien. Poco importa que marcaran 70 goles, cifra menor a la de los 75 de un Madrid que, desde Enero, estaba a otra cosa. Poco importa que fueran eliminados a las primeras de cambio en Champions y a las primeras de cambio en Europa League. Poco importa que, de la Copa del Rey, les echara el eterno rival, haciéndoles un 0 – 4 en el último Clásico que ha vivido hasta ahora el Spotify Camp Nou. Poco importa que lo fundamental de esa liga fuera la contundencia en las áreas, con un papel destacado de Ter Stegen en la propia y Lewandowski en la contraria, en una especie de plagio chichinabesco del Real Madrid de la Catorce. Si el Real Madrid sobrevivía a las embestidas de los mejores equipos del mundo, para acabar remontando resultados adversos y finalizar la temporada alzando la Champions; el Barça sobrevivía a los zarandeos que le propinaban equipos de media tabla, para acabar ganando con un solitario gol y finalizar la temporada alzando la Liga. Si aquel Madrid remontó a equipos como el PSG o el Manchester City, aquel Barça remontó a equipos como el Osasuna. Si Courtois fue fundamental parando un penalti a Messi, conteniendo a Mbappé o convirtiéndose en un muro ante Salah, Ter Stegen mantuvo la portería a cero frente a Iago Aspas, Muriqi, o los hermanos Williams… Y si Benzema le hizo tres al PSG, cuatro al Chelsea y otros tres al City, Robert le hizo uno al Villarreal, otro al Betis, otro al Osasuna, etc.. Pero, como suele pasar con el relato narniano, La Catorce del Madrid no la recordará nadie, porque los blancos jugaron fatal; mientras que el Barça ganó el año pasado la Liga jugando bien, puro cruyffismo.

El problema es que este año Lewandowski ya no marca tantos goles, anda fallón, y Ter Stegen, que tampoco venía parando tanto, está en la enfermería. Y como el fútbol virtuoso con el que nos iba a deslumbrar la Xavineta nunca llegó, no va a aparecer ahora, que el Barça está descolgándose de la Liga. Pero lo peor, o lo mejor, según la barrera desde la que estés mirando este toro, es que a Xavi se le empieza a caer, no el equipo (porque lo que nunca estuvo levantado no puede caer) sino el discurso. Ya, ese discurso tan bien aprendido, empieza a hacer aguas. Había resistido esas victorias logradas agarrándose al portero y a la mala puntería de los delanteros de la Liga… Había resistido ganar por uno cero hasta 11 veces. Había resistido muchas cosas, porque mientras ganas el relato entra fácil.

Pero la Liga se le está torciendo, los tropiezos son más habituales y, así, es más difícil andarte con historietas. Entonces te olvidas del cómo, el buen fútbol, y te centras en el qué, ganar. Y derribas tu propio edificio de mentiras con una frase tan demoledora como “si no llega con el fútbol, hay que llegar por el alma…”. O, lo que es lo mismo, la muy madridista idea de que se puede jugar bien, mal o regular, pero lo que es innegociable es sudar la camiseta. O, dicho de otro modo: Vamos Real, hasta el final.

Sí, señores, el discurso de Xavi, en última instancia, es más madridista que Bernabéu. Lo importante es ganar. ¿El estilo? El estilo lo construirán los voceros como parte del relato.

Lamentablemente tenemos un problema: Mientras apela a la heroica más puramente madridista, Xavi intenta salvar su ideología y, tratando de justificarse, suelta lo que es evidente para todos, menos para el sector culé más narniano: Que tienen una mierda de plantilla, según lo que se espera del Barça, y que con esa “materia prima” no se puede jugar bien y bonito. Lo dice de otro modo, dice: “O corremos como animales o no nos llega. No tenemos al Barça de 2010.” Traducción para los suyos: “Tenéis que sudar la camiseta, cual madridistas, porque ni de lejos sois tan buenos como lo éramos nosotros y jamás lograréis jugar bien.” Que no sé yo, pero me da a mí la impresión de que no es la mejor manera de motivar a los tuyos. Es evidente que Rapinha y Ferrán no son Messi e Iniesta, si hasta ellos lo saben, pero evidenciarlo en público… No sé, llámame loco, pero no creo que los jugadores sientan que confías en ellos tras exponerles así. De hecho, que la plantilla del Barça es mediocre, a lo sumo, y que tiene pinta de que irá a peor los próximos años es algo en lo que nos regocijamos los madridistas. Que The Gardener lo empiece a comentar en rueda de prensa… Puffff.

Resumiendo: discurso madridista, apreciación madridista sobre su propia plantilla… ¿Se habrá vuelto Xavi madridista? Cuando le pregunten por el césped y conteste que eso no puede ser jamás una excusa, entonces se habrá completado la metamorfosis.

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