Cuando una entidad de cierta relevancia y cierta exposición pública trata de imponer sus intereses económicos y se encuentra con una cierta oposición, la estrategia siempre es la misma: disfrazar sus intereses como un bien moral. Me voy a salir del fútbol para mostrar el ejemplo de cómo funciona esto, hablando de la estafa del coche eléctrico. Porque lo que es aplicable a un terreno, es perfectamente aplicable a otro, al menos en estos casos en que nos venden que se quiere promover cosas buenas, pero en realidad sólo se trata de maximizar beneficios económicos.

La industria automovilística europea está de capa caída. Su principal mercado, los ciudadanos europeos, ya tienen coche y cambian poco de automóvil, así que hay que obligarles a cambiar de coche. Como no se pueden imponer leyes que te obliguen a cambiar de coche, sin más, ya que el pueblo se pondría en contra de sus gobernantes, se busca una estrategia un poco maquiavélica. Se aprovecha la alarma por el cambio climático y se genera más alarma. Se habla de la contaminación de las grandes ciudades europeas. Hay que reducir el humo. La OMS (que es la rama “de la salud” de una organización política como es la ONU) hace unos meses pasa de decir que 40 microgramos de CO2 por metro cúbico son perjudiciales para la salud, a decir que basta con 10 microgramos para dañarnos (al mismo tiempo que en muchas ciudades a los ciudadanos se les obliga a ir con mascarilla por la calle, consumiendo su propio CO2 como forma de combatir la pandemia ya que debe ser que si te comes tu propio CO2 no te mueres tanto como si el CO2 es de otros, que entonces sí es dañino, algo así debe ser…).

¿Por qué se hace esto? Pues porque las grandes ciudades europeas ya habían conseguido reducir su CO2 y se mueven entre 30 – 40 microgramos. Así que o se baja esa barrera hasta límites imposibles de cumplir, o no hay forma de justificar la necesidad de reducir humo y, por tanto, de prohibir los coches de combustión y forzar la compra de coches eléctricos.

Las directrices de la OMS son las que luego se traducen en leyes, como aquella de Manuela Carmena prohibiendo circular por Madrid a los vehículos que tengan matrícula par o impar según fuera el día (leyes que, por cierto, siempre perjudican más a los que menos recursos tienen). O como aquellas que prohíben que los coches viejos (en general los más contaminantes) puedan circular por el centro de la ciudad. Es decir, el que no tenga dinero para renovar su coche, que no pueda usarlo. En otras palabras, prohibido ser pobre, porque contaminas. Pero, por increíble que parezca, con todo esto, se justifica moralmente la necesidad del coche eléctrico, que previamente será híbrido (para que tengas que renovarlo dos veces: primero pasarte al híbrido y luego ya al completamente eléctrico). Así, el mercado europeo de automóviles tendrá un repunte garantizado en los próximos años.

¿Realmente le hacemos un favor al planeta? No, porque todo lo que sea obsolescencia programada, o en este caso forzada (coches de combustible en la práctica prohibidos), obliga a fabricar nuevos productos (coches eléctricos) y en dicha fabricación se genera humo, se explotan minas, se contaminan ríos… Además, hay que crear una infraestructura que permita que los vehículos eléctricos puedan repostar cada X kilómetros para recargar las baterías y eso también tiene su coste y su huella ecológica; también hay que tener en cuenta la fabricación en masa de baterías, otro producto contaminante: y finalmente, hay que sumar que la electricidad de los coches no saldrá de fuentes ecológicas, sino que requerirá un aumento de consumo de gas… El mismo gas que ahora encarece hasta precios disparatados la factura de la luz, entre otras cosas porque tiene impuestos extra por ser considerado un producto contaminante. Ese mismo gas que cuando el coche eléctrico sea el que tenga la mayoría de la gente, se encarecerá todavía más por aumento de la demanda…

Como se puede ver, un desastre ecológico y, especialmente para las clases más bajas, también económico. Todo por salvar a la industria automovilística europea. Pero ¿cuál es el disfraz? Salvar el planeta, la Pachamama, combatir el cambio climático… Una mentira, una estafa en toda regla para salvaguardar el interés económico de cierta industria.

Volvamos al fútbol. La FIFA quiere ganar más dinero y poder. Especialmente ahora que ha entrado en conflicto con una UEFA que también busca dinero y poder y que se está vendiendo a las dictaduras petroleras de Oriente Medio. Una forma de ganar dinero y poder, quitándoselo a la UEFA, es hacer que se jueguen mundiales de fútbol por selecciones cada año. O cada seis meses. O cada tres semanas. Cuanta mayor sea la frecuencia de los mundiales de fútbol por selecciones, más dinero y poder para la FIFA.

Pero resulta que eso del Mundial cada 4 años tiene sus adeptos entre el público y yo soy uno de ellos, lo confieso. Por ende, no se trata sólo de oponerse a la UEFA, sino de convencer a la mayoría de los aficionados, que son europeos e iberoamericanos. ¿Y cuál es su forma de tratar de convencernos? El discurso moralista de que se hace por los pobres. Por los africanos, que tienen derecho a ver a los suyos jugando contra las grandes estrellas del fútbol y a soñar con una vida mejor (¿?).

Dice Infantino que “Europa ya tiene un mundial dos veces por semana”, ya que las grandes estrellas del fútbol mundial juegan en Europa. En cierto modo es verdad. Lo que es falso es lo que viene después, que su querer cambiar la frecuencia de los mundiales, viene dado porque él vela por el derecho de los africanos a no tener que emigrar. Dice: “Tenemos que darles a los africanos la esperanza de que no tengan que cruzar el Mediterráneo para quizás poder tener una vida mejor aquí. Tenemos que darles oportunidades y dignidad”. Lo que para Infantino se traduce en jugar mundiales de fútbol con más frecuencia. Sí, el problema del hambre en África, según Infantino, viene dado porque no se juegan suficientes mundiales de fútbol.

Esto es reírse de los hambrientos. Es reírse de África. Es faltar al respeto a los empobrecidos. Es ser un caradura, un sinvergüenza. Si lo que quieres, Infantino, es tener más poder e influencia en el mundo del fútbol, dilo o no lo digas. Pero no justifiques tus juegos de poder con el hambre de los africanos. Pero ¿qué favor le hicisteis los señores de la FIFA enviando el Mundial de fútbol a la dictadura de Qatar, a los 6.000 trabajadores (o más bien esclavos) que murieron preparando las infraestructuras que necesitaba ese país para tal evento? Ninguno. Ni a ellos, ni a sus madres.

En menos de un año se va a jugar un Mundial de fútbol organizado por la FIFA, un Mundial construido sobre la sangre de miles de trabajadores semi-esclavos en la dictadura de Qatar. Y el señor Infantino, presidente de la FIFA, dice que quiere jugar más mundiales por hacerle un favor los empobrecidos de África. Si te importaran los empobrecidos, los hambrientos, los que no tienen condiciones dignas de vida, habrías suspendido el mundial de Qatar hace tiempo, don Giovanni Vincenzo Infantino. No lo has hecho. No le añadas a tu infamia una indecente burla a los africanos.

PD: Al parecer hay quien ha querido ver tintes racistas en las declaraciones de Infantino. No señores, no es racismo. Distingamos las cosas. Es falta de respeto hacia los empobrecidos. A Infantino le da igual el color de la piel de los africanos. No le importa la raza de los africanos. Lo que le importa es que pasan hambre y ese hambre lo puede usar para justificar sus intereses económicos.

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