Tengo la sensación de que Vinicius no para de crecer temporada a temporada. Hace dos años, la que podríamos llamar la temporada de su explosión, se convirtió en uno de los mejores jugadores del mundo y produjo 42 goles, entre los que marcó y asistió (contando los penaltis como asistencias). Una barbaridad que sólo se queda pequeña ante las cifras de Haaland y Mbappe. Los únicos dos de los que se puede decir que están por encima del brasileño en la carrera actual por ver quién es el mejor del mundo.
El madridista, a la temporada siguiente, volvió a repetir números, 44 esta vez, generando la impresión de que ahí podía estar su rendimiento habitual para los próximos años. Y no son malas cifras, todo lo contrario. Un jugador que te produce entre 40 y 45 goles por temporada es, automáticamente, un top 5 mundial.
Pero, si desmenuzamos un poco la historia, si nos vamos al detalle más allá de la estadística gruesa, adivinamos que el año pasado hubo una evolución.
Para empezar, la 21/22 fue la temporada de La 14. Esto significa que fue el año en que Benzema alcanzó su cénit. Fue la gran estrella del equipo. Sus cifras resultaron estratosféricas y su fútbol exquisito. Marcó casi un gol por partido y produjo 59. Además, apareció en muchos momentos clave, convirtiéndose en el terror de las zagas europeas más potentes. Máximo goleador en Champions, Pichichi en Liga y Balón de Oro absolutamente indiscutible, salvo para los narnianos más fundamentalistas.
En ese contexto, Vinicius fue su gran escudero. Cierto es que un escudero de lujo, marcando o asistiendo en todas las rondas de Champions, incluido el gol de la victoria en la final. Pero Benzema le hizo un hat-trick al PSG, otro al Chelsea (más un cuarto gol en la vuelta) y le marcó tres al City, lo que le eleva por encima de cualquier otro jugador.
El brillo del francés quitaba del foco al brasileño y hacía recaer el peso del equipo sobre sí mismo. Tal situación favorecía los números de Vini y le eximía de la presión de ser el buque insignia del Madrid. El conjunto blanco no se tenía que agarrar a que él resolviera los partidos, porque ya lo hacía Benzema.
Cuando al año siguiente Vinicius repite sus cifras, el galo ha pegado un bajón, víctima del llamado “viejazo”. En tal contexo, el foco vira hacia Vinicius. En determinados partidos y circunstancias, Benzema sigue mostrando detalles de calidad y marcando goles, incluso hat-tricks. Pero es en las botas de Vinicius donde se decide en mayor medida la suerte madridista.
Esto lo sabe el propio Vinicius y lo saben sus rivales, que ponen centro de su atención en frenar al brasileño y no al francés. Además, si Benzema no rompe los partidos, los equipos rivales no se abren y Vini tiene que enfrentarse a defensas más cerradas y que toman menos riesgos.
Es en tales circunstancias que Vinicius alcanza cifras semejantes a las del año anterior. Incluso vuelve a marcar o asistir en cada una de las rondas de Champions que juega el Madrid. Que, por cierto, son todas menos la final.
Pero, además, se da un detalle que pasa un poco desapercibido al analizar la temporada en conjunto y es que, en el último clásico de la temporada, Vinicius barre a Araujo, que hasta entonces había sido el antídoto de Xavi contra el brasileño. Fue el partido de semifinales de Copa del Rey, en el que Vinicius marca un gol, provoca un penalti y da otra asistencia a Benzema que, curiosamente, acaba el encuentro con un hat-trick, claramente facilitado por la estrella emergente.
Ese destrozo de Vinicius a Araujo marca un antes y un después, a mi modo de ver, porque en menos de un año volvió a repetirse: En el pasado Enero, le marca tres goles al Barça en la Supercopa. Dos destrozos de Vini a Araujo en tres partidos, dos goleadas del Madrid al Barça con el brasileño como mejor jugador del encuentro.
Esta temporada, hasta los primeros días de Enero, precisamente hasta el hat-trick en el clásico, Vinicius se ha movido entre lesiones y recuperaciones. Cada vez que volvía de una lesión, jugaba uno o dos partidos por debajo de su nivel hasta que recuperaba el ritmo competitivo y alcanzaba su pleno rendimiento… y al poco volvía a caer lesionado.
Así, sólo en estos últimos tres meses ha logrado jugar de forma continuada. Y con todo este lastre, ya ha participado en 26 goles. Es difícil que alcance las cifras de temporadas anteriores, porque al hecho de haberse perdido once partidos por lesión, hay que sumarle la falta de continuidad en la primera mitad del calendario liguero, que dichas lesiones produjeron.
Sin embargo y pese a todo, si los números los llevamos al terreno de los goles producidos por minuto, encontramos que su frecuencia hasta el momento ha sido de uno por cada 88 minutos. En la temporada 22/23 fue de uno cada 108 y en la 21/22 de uno cada 101. Es decir, necesita en torno a un 15% menos de tiempo jugado para generar un gol.
Otro dato interesante es que, mientras en las temporadas anteriores daba una asistencia por cada gol que marcaba, en la actual reparte una asistencia por cada dos goles marcados. Podría decirse que marca más, pero asiste menos. Sin embargo, esta afirmación no es del todo correcta. En números, está asistiendo algo menos, una vez cada 287 minutos frente los 227 que tardaba en asistir el año anterior. Un empeoramiento del 21%. Pero, si tenemos en cuenta lo que hemos comentado antes, que tras las lesiones hay partidos en los que vuelve convaleciente, hay un motivo para pensar que la bajada, que es bastante moderada, se debe en gran parte a eso y no a que Vini haya perdido capacidad para asistir.
Sin embargo, la gran diferencia se produce en los goles. Si en la temporada anterior hacía un gol cada 206 minutos, en esta lo hace cada 128. Marca un 61% más.
En resumen, asiste un poco menos y marca mucho más. Esto puede deberse a un cambio de rol en el equipo (es verdad que ahora ejerce algo más de rematador, por el hecho de que el equipo juega normalmente sin un 9 de referencia), pero en todo caso es un cambio y, por tanto, una evolución, ya que las cifras en conjunto son mejores.
De hecho, si su producción en las temporadas anteriores superó los 40 tantos generados, con un minutaje similar en ésta alcanzaría los 50.
Más allá de los datos gruesos que apuntan a una clara mejoría, hay otros aspectos que revelan su evolución positiva. Sobre todo porque, mejorando sus números, sigue siendo igual de decisivo o más en las citas importantes:
- A día de hoy, sólo se ha jugado hasta los octavos de final de la Champions. El Madrid se ha clasificado jugando fatal, pero Vinicius ha vuelto a ser decisivo marcando su pertinente gol. Otra ronda consecutiva más en la que produce, y vamos camino del tercer año así.
- Ante el Barça, en el clásico de la Supercopa, hizo un hat-trick. Los tres primeros goles del encuentro.
- Marcó el gol inicial, dio dos asistencias y provocó el restante con una jugada individual, en la goleada al Girona, que llegó al Bernabeu como gran rival al título de Liga en la jornada 24.
- En la encerrona en Valencia, fue el autor de los dos goles del Madrid.
- Etc..
En segundo lugar, que muchos de sus goles están llegando de su faceta de rematador puro, algo poco habitual en temporadas anteriores. Ya no necesita desbordar y regatear para ser decisivo. Ya no necesita conducir el balón para marcar. Vini está revelándose como un gran rematador. Y, de hecho, hemos visto remates de fantasía, tirándose en plancha para empujarla con el pecho, o impulsando el balón con el hombro en un gol que debería haber sido considerado como uno de los mejores del año a nivel mundial. En vez de eso, el árbitro quiso anularlo por mano y los antis ladraron con fuerza porque el VAR lo impidió. Ay, si se hubiera tratado de Ronaldinho con la camiseta del Barça…
En definitiva, Vinicius está creciendo como jugador, recortando cada vez más la distancia que le separa de los dos únicos que aún están por encima suya (Haaland y Mbappe) y resistiéndose a cederle el puesto a Bellingham como estrella del equipo. Con fútbol, eso sí, y no con broncas en el vestuario, como fantasearon en su momento los periodistas y medios antimadridistas.
La sensación es que Vinicius todavía puede seguir mejorando, porque pocos futbolistas han tenido una evolución como la suya. De hecho, entre el Vinicius de hace unos años y el actual, la evolución es muchísimo más grande y permanente que la que han tenido Mbappe y Haaland.