La afición del Valencia quizá sea la más manipulable y manipulada del fútbol español. El club se va hundiendo poco a poco por decisiones tomadas con la connivencia y sobre todo el aplauso de los parroquianos, que luego se tiran de los pelos por las nefastas consecuencias de lo decidido.

Hace ya dos décadas el Valencia vivió una época dorada, pero por encima de sus posibilidades. Tomó la alternativa al Super Dépor como el club que podía competir con los grandes de España, ganó algunos títulos y hasta rozó la Champions League, llegando a dos finales y perdiendo la segunda en los penaltis ante el Bayern de Múnich.

Fue el gran rival del Madrid del periodo pre-galáctico y los primeros años de la galaxia, porque el Barça andaba tan perdido que ni disputaba algunas ligas, hasta el punto de que los culés llegaron a celebrar que una chilena de Rivaldo les clasificaba para la Champions en la última jornada liguera. Por su parte, el Atlético de Madrid pasaba algunas de las horas más negras de toda su historia, llegando incluso a descender a segunda.

Así que de los grandes sólo andaba bien el Madrid, pero tampoco era muy regular. Podía pasearse en Champions y penar en la Liga. Aunque, también hay que decirlo, por aquellos tiempos, la competición liguera andaba más igualada en líneas generales, que en la actualidad.

Por el Valencia desfilaban jugadores de la talla de Pablo Aimar o el “Piojo” López. Además de que sus jugadores patrios eran habituales de la Selección Española, empezando por Cañizares en la portería, y siguiendo por Mendieta, Albelda, Baraja…

Con Héctor Cuper o Benítez en el banquillo, el Valencia era un equipo rocoso, con ciertas similitudes al Atlético del Cholo, capaz de doblegar a cualquiera.

Esta época dorada en la que disputaron títulos al Real Madrid, les hizo antimadridistas. Algo tuvo que ver el fichaje de Mijatovic unos años antes, y algo tuvo que ver el 3 – 0 que le metieron los vikingos en la final de Champions del año 2000. Pero ellos, a los aficionados me refiero, gracias al equipo de “periodistas deportivos” de Canal Plus (ahora en Movistar Plus), lo que recuerdan con fruición es un penalti a Raúl que hizo Marchena, y que es susceptible de ser considerado dudoso (aunque yo cada vez que lo veo, me parece que Marchena sujeta claramente a Raúl impidiéndole disputar el balón), en las postrimerías de un encuentro que iban ganado por la mínima. Lo recuerdan como si ese penalti se lo hubiera inventado el árbitro porque sí, y lo hacen de esta manera ya que así pueden fundamentar su antimadridismo en algo, más allá de la frustración de perder en Champions.

Desde entonces es costumbre que si el Madrid gana por la mínima al Valencia, se busca una jugada polémica y se habla de robo, aunque la polémica no sea tal y el robo mucho menos. Y esto alentado por dichos “periodistas” (todos sabemos quienes son) a los que llamaremos “plusianos”, que yendo de neutrales siempre encuentran motivos para demeritar a los blancos y enaltecer a cierto equipo del país pequeñito de allí arriba… Lo hacían veinte años atrás y lo siguen haciendo ahora. Como plusianos incluiremos los voceros culés profesionales, como Mundo Deportivo y Sport, que no merecen llamarse “periodistas” ni aunque la palabra vaya entrecomillada, ya que también se dedican a remover esta mierda, para mayor regusto del valencianismo más rancio.

Pero se les olvida a los plusianos (y por ende a los valencianistas) que en aquel mismo partido hubo un penalti en la primera parte sobre el propio Raúl. Pero como el siete blanco trató de mantener el equilibrio en vez de dejarse caer, aunque perdió la ocasión, el penalti se fue al limbo. Además, con el reglamento de aquel momento era penalti y expulsión. En la primera parte y con cero a cero en el marcador. De haberse pitado los galácticos se habrían merendado a su rival y la goleada todavía se recordaría hoy en día.

Se trataba de un encuentro en el que el Valencia había acudido al Bernabeu a encerrarse atrás y esperar que alguna contra o balón parado les abriera las puertas de la victoria. Normal, teniendo en cuenta que el Madrid les había destrozado, unos días antes, en la Copa del Rey. Así que, para evitar otro abuso futbolístico, autobús y esperar a que sonara la flauta. Si el Madrid abría la lata, el Valencia se vendría abajo. Pero el Madrid, entre otras cosas por ese penalti no pitado a Raúl, no abrió la lata. Y, para colmo, el Valencia se encontró con el gol en un córner, en la segunda parte.

También se les olvida que en el tramo decisivo de aquella liga, el Madrid acabó jugando en inferioridad numérica una y otra vez (y revise usted aquellos partidos para saber hasta qué punto fueron justas las expulsiones).

Y, cómo no, se les olvida que en las semifinales de la Copa de la UEFA el Valencia doblegó al Villarreal por un penalti similar al de Marchena, o que abrieron la lata en la final con otro penalti del mismo corte.

Pero, sobre todo, se les olvida que tras los muchos errores arbitrales que hubo y hubiere, a favor o en contra, fue el Valencia el que hizo un doblete de Liga y Copa de la UEFA en lo que es probablemente el mayor éxito valencianista de la Historia y el Madrid cosechó un nadaplete que fue el principio del fin de la era galáctica.

Es lamentable que de la mejor temporada de su historia, lo que más recuerda el aficionado valencianista sea un penalti que les pitaron en contra, en un partido que nunca merecieron ir ganando. Que les guste recordar más eso que los títulos, es como mínimo peculiar.

Pero desde este desdibujar la historia que los medios y periodistas antimadridistas alentaron, no por apoyar al Valencia sino por atizar al Madrid, el aficionado valencianista pensó que su equipo estaba a la altura del equipo vikingo y no sólo en un momento deportivo bueno. Y claro, la Historia siguió su curso, pasaron las temporadas, y mientras el Madrid siguió disputando y ganando títulos con más o menos altibajos, el Valencia dejó de hacerlo. Como cabía esperar.

Este bajón del equipo del murciélago no significaba que el club anduviera mal, sino que se encontraba en su verdadero escalón, un peldaño por debajo de los dos gigantes españoles. Era su lugar natural, compitiendo más cerca de lo que ahora son el Atleti y el Sevilla, que del Real Madrid y Barcelona. Y no hablemos ya de ganar la Champions…

Pero la afición, manipulada por los plusianos y antimadridistas (que no se sabe dónde acaba lo uno y empieza lo otro), se creyó que realmente su club estaba más arriba y en temporadas buenas, con el Valencia en puestos de Champions, presionaron a la directiva para que echara a los entrenadores del momento. Porque no les parecían lo suficientemente buenas. El aficionado valencianista imaginaba que su equipo podría mantenerse año sí y año también luchando por Liga y Champions, cosa que obviamente no ocurría. Y en vez de aplaudir los logros de los jugadores, protestaban contra el entrenador y la directiva, hasta que esta última decidía cambiar de inquilino en el banquillo. En una ocasión fue Quique Sánchez Flores, en otra Nuno… Y las consecuencias siempre fueron las mismas: Tirar buenos proyectos a la basura. Porque después de cada entrenador cesado, lo que vino fue peor. El equipo pasaba de luchar por clasificarse para la Champions (su pelea natural), a vagabundear por la media tabla.

Pero el colmo de esta afición que no sabe dónde está, ni dónde se encuentra, y que por eso mismo está condenada al disgusto y al desencanto permanentes, fue Peter Lim.

Actualmente, el Valencia está en serios apuros deportivo/económicos, porque los Lim no saben llevar el club. Y el socio está disgustado porque ve que su equipo peligra, que el club cada vez va a peor… Y quieren echar a los Lim por su nefasta gestión…

Pero hay que recordar a los valencianistas, que fueron ellos los que clamaron por Peter Lim. Ellos no votaron, pero sí ansiaron su llegada, la reclamaron y la aplaudieron. Imaginaban que Lim haría del Valencia el nuevo Chelsea o el nuevo Manchester City. No se les pasó por la cabeza que a su club les pudiera suceder como al Racing con Pitermann primero y Ali Syed después. Dos ricachones para los que el Racing de Santander no era más que un juguete y/o un posible negocio que exprimir hasta dejarlo seco. El Racing pasó de jugar en Primera División, a hacerlo en Segunda B y coquetear con su desaparición.

Pero para el aficionado valencianista, el aval necesario para abrazar a Peter Lim con euforia y entusiasmo, era únicamente que Peter Lim era rico. Y ya está. Y a partir de ahí se le presuponían unas bondades de las que este señor y su familia se ha visto que carecen. Así que el lodazal en el que han sumergido al club, agravado por el Covid 19, tiene mucho que ver mucho que ver con esa historia de manipulación y de no entender la realidad, que llevó al aficionado valencianista a creer que su equipo era algo que nunca fue.

De pensar que el hecho de que Lim fuera rico significaría una lluvia de millones para el club, a no poder pagar a sus jugadores y vender a los que más mercado tienen, para tapar las vergüenzas. Mientras la hija del magnate sale a la palestra diciendo: “El club es nuestro, podemos hacer con él lo que queramos…”

Y todo por no saber cuál era su sitio.

Lo peor es que aquellos que no eran valencianistas y apoyaron las ínfulas de grandeza del club´y reclamaron que merecía más en sus batallas contra los galácticos, no hacen absolutamente nada por el Valencia. Ni siquiera lamentan su descomposición. Miran para otro lado mientras el Valencia se hunde, porque el Valencia nunca les importó. Porque su guerra no era a favor del Valencia, nunca lo fue, sino en contra del Madrid. El Valencia sólo fue un “daño colateral” de su cruzada antimadridista particular. No se protestaba el penalti por ningún tipo de cruzada justiciera en defensa de la supuesta víctima, el Valencia. Se protestaba y se protesta porque fue penalti a favor del Madrid en el último minuto. Pero ¿al Valencia? Al Valencia que le den. Ya no sirve como arma arrojadiza contra el Madrid, pues que se hunda.

PD: Sobre el famoso penalti a Raúl, el Comité de Árbitros se pronunció en su día. Díaz Vega, en calidad de director del mismo, afirmó: «Un agarrón sobre un rival es falta, y si se produce dentro del área pequeña es penalti. Eso es lo que dice el reglamento arbitral y poco más se puede hablar. La acción es penalti. Todas las acciones en las que el defensa sujeta al adversario son así«. Más claro, agua. La única posible excusa de Marchena es afirmar que no fue exactamente un agarrón. Pero la visualización de la jugada deja claro cómo el defensa engancha con el brazo al delantero y le impide ir a por la pelota. Lo tenía claro en su día. Con el bombardeo de los años por parte del antimadridismo me habían hecho dudar. He vuelto a ver la jugada y es clarísimo. Penalti como una catedral. Se han pitado penaltis que nadie ha protestado por mucho menos.

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