Ya lo hizo Godal en su día reconociendo que “la buena relación con los árbitros ayudó al Barcelona” (en La Vanguardia en 2012). Godal era directivo de Joan Laporta en aquella época. Extendiéndose más, prácticamente confesaba las influencias que el Barça había trabajado para que los árbitros no perjudicaran al equipo culé o, hablando en plata, que les beneficiaran. Así el Barça consiguió periodos larguísimos sin penaltis ni expulsiones en contra. Y eso que por ahí pasaban jugadores como Mascherano o Dani Alves…
Luego pasan cosas como la de Arturo Vidal en el último enfrentamiento entre el Madrid y el Inter. Se encara de malas maneras con el árbitro y éste le expulsa. Y no lo entiende… Claro, eso no le pasaba cuando vestía de blaugrana, donde había barra libre para protestar y presionar a los árbitros desde los tiempos de los que hablaba Godal.
Una de las evidencias de los tentáculos culés en la RFEF era la mera presencia de Joan Gaspart como vicepresidente. ¿Cómo llegó ahí? ¿A quién se le ocurrió que este exdirectivo culé, declarado antimadridista y que nunca celebró ningún triunfo de la selección española, debía ser la mano derecha de José María Villar en la Federación? No es necesario recordar que el equipo que representa a la RFEF es la selección española. Y parece claro que estar de directivo en la RFEF y no interesarte por su equipo de fútbol es, como mínimo, raro.
Evidentemente, Joan Gaspart no estaba ahí para defender los intereses del fútbol español. Un fútbol español que nunca defendió. Jamás. Así que lo que defendía era otra cosa.
Godal, Gaspart, las anomalías estadísticas de expulsados en contra y a favor, y de penaltis en contra y a favor…. Incluso la propaganda de UNICEF en la camiseta del Barça cuando un señor, Senes Erzik, era al mismo tiempo vicepresidente del comité de árbitros de la UEFA y jefe de proyectos de UNICEF…
Todo se daba, todo era visible si se quería rascar un poco… y aquí a nadie le importó. Era más importante celebrar el gol de Iniesta ante el Chelsea y alabar a Guardiola, que mirar los penaltis que no se pitaron a favor del equipo inglés. O alabar a Messi en aquella infame eliminatoria de Champions entre Barça y Real Madrid, en la que en el partido de ida se expulsó a Pepe erróneamente y se anuló porque sí un gol a Higuain en la vuelta, entre otras jugadas polémicas.
En realidad, Laporta hizo dos cosas: Manejar la narrativa y tener influencia en las instituciones. En lo primero hay que convencer a los medios construyendo un relato y tener a gente afín, como Roures. En el segundo caso: UNICEF, Joan Gaspart, etc..
Esos dos fueron los grandes méritos de Laporta, porque la maravillosa generación de la cantera (con Messi, Xavi, Iniesta, Puyol…) se la encontró hecha y su mejor fichaje, Ronaldinho, fue un rebote. Laporta quería a Beckham y como el inglés fichó por el Madrid, buscó un premio de consolación. Tuvo la suerte de que Ronnie resultó ser mucho más que Beckham.
Ahora, en la carrera presidencial del club de sus amores, se dedica otra vez a fomentar la narrativa. Todo el mundo ha hablado de su cartelón frente al Bernabeu. Es algo que no sirve absolutamente para nada, en la práctica. Es simplemente un gasto publicitario que no va a servir para ganar ningún partido. Pero ha logrado que todos hablen de él. Y cuando le han preguntado, ha respondido aludiendo al 2-6 que le metió el Barça de Guardiola al Madrid de Pellegrini hace ya 12 años. Nada de proyecto deportivo. Y el Madrid como epicentro de su campaña.
Cabe recordar que fue Johan Cruyff quien inventó el término “madriditis”. Es algo en lo que suelo insistir mucho, porque en los últimos tiempos hay culés que tratan de acusar al Madrid de “barcelonitis” por el hecho de que un madridista hable del Barça. Como si los madridistas hubiéramos inventado la “madriditis”. Que no señores, que no. Que hablar del equipo rival no es “rivalitis”. Que la “madriditis” es la obsesión enfermiza por el Real Madrid, que tienen algunos culés. Que no es simplemente hablar del Madrid… Que aquello fue el diagnóstico de Johan Cruyff al hablar de los peores males de club blaugrana.
Pues en esto se mueve Laporta: en el terreno de la madriditis y la narrativa. Sin proyecto deportivo, más allá del “soy amigo de Messi y Leo me escuchará”. Aunque tampoco promete convencer al argentino. De hecho, me parece que ningún candidato desea que Messi siga en el club. Otra cosa es que se atrevan a reconocerlo en público.
Pues bien, la última de Laporta es la práctica confesión de sus influencias y de que su proyecto pasa por recuperarlas. En una entrevista a Marca ha dicho: «(El Barça) ha perdido mucho peso específico en la Federación, Liga, UEFA, FIFA y en todos los organismos que rigen el fútbol. El Barça tiene que recuperar su credibilidad. Debe tener presencia para intervenir en la toma de decisiones que afecta al fútbol en general.»
No hace falta que traduzcamos lo que quiere decir con “peso específico” es “todos los organismos que rigen el fútbol”, ni tampoco “tener presencia para intervenir en la toma de decisiones que afecta al fútbol en general”.
Esto debería ser un escándalo. Que tu programa para presidir el Barça consista en la corrupción institucional… Ya desde el propio programa, desde la propia propuesta electoral…
En fin, vergonzoso como poco. Y el silencio de los medios, más vergonzoso aún….