Que con vuestro supremacismo nacional-barcelonista hayáis contaminado el fútbol ideológicamente con chorradas sobre el buen fútbol mezcladas de victimismo, me da igual. Si los borregos deciden creer vuestras borregadas, allá ellos.

Que hayáis creado un relato según el cual perdéis una liga porque en un partido concreto concedieron un gol ilegal al Atlético, cuando la realidad es que esa misma Liga con arbitrajes limpios la habría ganado el Madrid con 10 puntos de ventaja sobre el segundo y 15 ó 20 sobre vosotros…. Pues bueno, quien se crea esa mierda, allá él. Que los árbitros se “equivocaban” el 90% de las veces a vuestro favor lo veíamos todos. Los que nos indignábamos por el descaro de cómo os favorecían los árbitros y los que teníais la poca dignidad de justificar lo injustificable.

Que hayáis puesto en duda las carreras de Ronaldinho, Messi e Iniesta, comprando árbitros por si ellos tenían una mala tarde… Pues que se jodan, por vestir vuestra podrida camiseta.

Que hayáis hecho que todo lo que rodea a vuestro club sea pura mierda maloliente, cosa vuestra.

Ahora bien, cuando veo jugar a Rodrygo Goes, elegante, fino, artístico… Un tipo al que incluso los soeces Mafeos y Raillos que estarían encantados de vestir vuestra camiseta incluso pagando, son incapaces de tener una mala palabra contra él… Cuando le veo superar rivales como si bailara, controlar balones con una elegancia y facilidad pasmosas, inventarse goles de fantasía, dar pases maravillosos a sus compañeros… Simplemente me molesta que tenga que compartir campeonato con vosotros.

Rodrygo tiene un punto de mala suerte, que consiste en que haga lo que haga siempre hay alguien o algo que le tapa un poco. Para empezar, su posición natural es la misma que la de Vinicius. Su compatriota es un año mayor, llegó un año antes al club blanco y explotó unos meses antes de que Rodrygo decidiera ser protagonista de las eliminatorias contra Chelsea y Manchester City, en el camino a la Catorce, con lo que el puesto se lo quedó Vini. Y peor suerte aún tuvo cuando Ancelotti quiso repetir en la misma final el guion de las eliminatorias anteriores, que no era otro que dejar a Rodrygo y Camavinga en el banquillo hasta el momento en que hubiera que remontar… Mala suerte porque Courtois decidió que esa noche se quería convertir en leyenda y no permitió que le marcaran goles que remontar. Y mala suerte, porque Vinicius decidió que también él quería su parte de protagonismo y marcó el gol de la victoria… El guion no se repitió, Ancelotti no necesitó hacer cambios hasta prácticamente el tiempo de descuento y Rodrygo no pudo volver a ser decisivo, porque no fue necesario.

Incluso en las mágicas noches contra Chelsea y City, tuvo la mala suerte de ser el que marcaba los goles del empate, los goles que llevaban a la prórroga, en vez de los goles de la victoria, que son los que te sacan en la portada de los periódicos. Goles tan importantes o más como los de la victoria, porque sin esos no son posibles los otros. Pero no tan lustrosos de cara al relato.

Cuando se trata de explicar cómo ganó el Madrid la Catorce, muchos apelan al espíritu y la historia madridistas. Otros dicen que fue inexplicable. Los hay que afirmamos que tener al mejor portero del momento, Courtois y al mejor delantero, Benzema, explica muchas cosas… Los hay, incluso que apuntan a la aportación de Vinicius… y con razón, porque marcó o asistió en todas las rondas, incluida la final…. Pero para que se pongan en valor aquellos goles de Rodrygo, el chico ha tenido que inventarse golazos espectaculares, como el que le marcó al Atlético de Madrid en Copa del Rey, dejando atrás a cuantos rivales le fueron saliendo al encuentro. Porque en aquellos momentos, especialmente contra el City, todo el mundo hablaba de la magia del Bernabeu, de la mística del Madrid, etc., etc.. Que todo eso está muy bien. Pero quien le hace dos goles al Manchester City, en el último suspiro del encuentro, es Rodrygo.

Sin embargo, el verdadero problema de este chico es que ha llegado al fútbol en una época donde no se destilan los segundos delanteros, los número 7. Probablemente se adaptará, como su “padre” Modric, un mediapunta en un fútbol sin mediapuntas. O como su capitán Benzema, jugador al que, por cierto, me recuerda muchísimo. Sin embargo, no deja de ser una dificultad añadida.

Ambos, Benzema y Rodrygo, son más sietes que nueves. Son jugones. Jugones que marcan goles, como lo fuera Raúl. Aunque con la magia de Butragueño. En nivel, ambos son superiores a sus antecesores españoles. Rodrygo y Benzema tienen más velocidad y más fuerza en las piernas, y quizá más calidad técnica.

El capitán del Madrid tuvo que aprender a convivir con Vinicius y Vinicius tuvo que aprender a convivir con Benzema. Hoy se entienden a la perfección y se potencian mutuamente. Son las armas más poderosas del equipo en ataque. Pero Rodrygo… Rodrygo tiene algo especial, distinto, mágico…

El entendimiento entre Benzema y Rodrygo se vio desde el primer momento. Fue como un amor a primera vista. A Benzema le ha llegado a cambiar hasta el lenguaje corporal cuando Rodrygo le encuentra en el campo y él encuentra a Rodrygo. Se pasan la pelota mutuamente y se mueven, como si estuvieran bailando, no jugando al fútbol. Porque el francés ha encontrado en el brasileño a alguien que ve el fútbol como él, que habla, no ya su mismo idioma, sino su mismo dialecto, su misma jerga. Y cuando el balón les junta, el fútbol se convierte en un baile armonioso y bello.

Pero en ese parecido a Benzema también está el mayor defecto de Rodrygo: La falta de continuidad. A este Benzema, al que se le caen los goles partido tras partido, tuvimos que esperarle muchos años. Hubo temporadas en las que parecía más constante, pero luego volvía a las andadas… Unos números irregulares que se convirtieron en máxima regularidad cuando se fue CR7. Algo así ocurre con Rodrygo.

En la pretemporada que llegó, le hizo un golazo de falta al Bayern en un amistoso de pretemporada.  Luego tardó algunos partidos en debutar con el primer equipo… Pero, cuando lo hizo, se inventó un gol que Zidane, el eterno enamorado de Benzema, no dudó en alabar en rueda de prensa. Poco después, en su segundo partido en Champions, hizo un hat-trick. Todo apuntaba a la llegada de un torbellino goleador… Pero no fue así. Rodrygo acabó con 7 goles y 3 asistencias. Dicho de otro modo, después de esa aparición estelar, sólo marcó un gol más en Liga, un gol más en Champions y un gol en Copa del Rey. Con 18 años, eso sí. Pero nada que ver con lo que parecía que sería…

En la siguiente temporada, su aportación se redujo a un solo gol en Liga y otro en Champions. Acompañados, eso sí, de 8 asistencias. Pero muy poco para su talento.

El año pasado pareció resurgir. Acabó la temporada con 9 goles y 10 asistencias. Unas cifras que, sin ser sobresalientes, no dejan de ser 19 goles participados para un jugador que alternó titularidades y suplencias durante toda la temporada y que sigue siendo muy joven. Y de sus goles marcados, hubo varios que iniciaron remontadas decisivas: el del Chelsea, los dos del City, el del Sevilla… Pero llama la atención que en la jornada 31 de Liga y a las puertas de la vuelta de cuartos de final ante el Chelsea, el chaval sólo llevaba 2 goles en toda la temporada (en la fase de grupos de Champions, por cierto).

Esta temporada, Rodrygo lleva 10 goles y 8 asistencias. Va camino de ser su mejor temporada. Y debería rondar o superar los 30 goles participados entre todas las competiciones cuando esto acabe. Buenos números. Pero la irregularidad sigue manifestándose: en Liga lleve 13 jornadas sin ver puerta.

Cuando Rodrygo consiga tener regularidad, podrá rondar los 50 goles participados entre todas las competiciones, cada temporada. A su magia le sumará números. Y actuaciones decisivas, como las que ya ha dejado. Un futbolista verdaderamente especial…

Y es esto lo que realmente me molesta de ese club podrido que es el Barça. Que ensuciéis a un jugador así, que nada tiene que ver con vosotros…

Deja una respuesta